Aunque mi nena ya tiene siete meses (¡weee, cómo pasa el tiempo!) y acabamos
de pasar nuestras primeras Navidades juntas, me gustaría hablar hoy de una
cuestión que para mí ya queda algo lejana, pero que seguro interesará a todas
las futuras mamis (embarazadas o no) que me lean. Se trata de los cursos de
preparación al parto.
Cuando me apunté, no faltó quien me dijo que esos cursillos eran una
chorrada, que no te enseñaban nada útil, que las dudas podías consultárselas al
ginecólogo y que eran poco más que gimnasia para embarazadas. Sin embargo, yo
preferí fiarme de mi madre y de mi ginecólogo, que me recomendaron
fervientemente asistir a uno de ellos. Eso sí, también me dijeron que no fuera
a cualquiera, sino a uno muy concreto: el de la Casa de Salud de Valencia. La
razón que adujo mi madre es que el médico que impartía el cursillo era el mismo
que se lo había dado a ella cuando estaba embarazada de mí, y a ella le había
ido muy bien. Mi ginecólogo, en cambio, me dijo que lo mejor era ir a esos
cursos porque teniendo en cuenta cómo soy yo, si me iba a otra parte y me
tocaba una de esas matronas pro parto natural y anti-biberón a muerte que van
de místicas, lo más seguro es que dejara de ir a la segunda o tercera sesión.
Total, que finalmente me apunté. Y debo decir que no lo he lamentado en
absoluto; todo lo contrario, quedé contentísima. No sólo por la utilidad de los
ejercicios, conferencias y consejos, sino porque me explicaron lo que realmente
quería saber, del modo que quería saberlo. Ojo; lo mismo que me dijo mi
ginecólogo a mí sirve también para vosotras: hay que encontrar el curso que
mejor se adapte a nosotras. Si eres una fan convencida del parto en el agua y
la teta hasta los tres años y tuerces el gesto ante las palabras
"epidural" y "biberón", busca un curso donde potencien
técnicas de resistencia al dolor sin medicación, lactancia materna a largo
plazo, colecho, y demás cosas que a mí no me convencen en absoluto pero que,
oigan, son opciones tan válidas como cualquier otra si la madre realmente está
convencida de ellas. Se trata, como ya he dicho, de encontrar el cursillo
adecuado, el que realmente te vaya a servir de ayuda, a resolver tus dudas y
tus miedos y a cumplir con tus expectativas. Hacer un cursillo malo (malo en
general o malo para ti) es casi peor que no hacer ninguno.
Y dicho esto, me gustaría reseñar lo más útil que aprendí en el cursillo.
-Ejercicios de suelo pélvico: Parecerá una chorrada, pero cuando llevas
dentro un bebé que no para de aumentar de peso y que encima lleva como
complementos una placenta, más de un litro de líquido amniótico y un útero de
tamaño XXL, el suelo pélvico sufre bastante, por no decir mucho. Esto tiene
tres consecuencias principales: el estreñimiento, las hemorroides y la
incontinencia urinaria, que pueden variar en intensidad según el caso concreto.
Hay mamás que tienen unas pocas hemorroides y hay mamás que no pueden ni
sentarse; hay mamás que con agacharse ya se hacen pipí encima y hay mamás a las
que sólo se les escapan unas gotitas cuando se ríen a carcajadas. Pero una cosa
tienen en común todos estos problemas: mejoran notablemente con los ejercicios
de suelo pélvico. Y estos ejercicios, además, son claves para recuperarte sin
problemas en el post parto. De modo que un aplauso para ellos.
-Empujar y respirar: ¿Quién no sabe empujar y respirar?, se preguntarán
algunos. Pues si se trata de parir, nadie, si no te enseñan. Este fue uno de
los consejos que más agradecí cuando me puse de parto. Respiraciones me enseñaron
dos: una para resistir el dolor (yo era muy escéptica en cuanto a su utilidad,
¡pero realmente funciona!) y otra para oxigenar la placenta (y por
consiguiente, al bebé) entre contracción y contracción, fundamental para
minimizar el riesgo de sufrimiento fetal. La respiración para resistir el
dolor, sobre todo, es más complicada de lo que parece porque tienes que
aprender a hacerla sin hiperventilar. Es muy, muy útil que alguien te enseñe.
Con lo de empujar, otro tanto; no tiene nada que ver con cuando "empujamos"
al ir al cuarto de baño, aunque algunas personas crean que sí. Es un tipo de
empujón algo extraño, muy específico, y que de hecho requirió varios ensayos
para hacerlo bien. Una cosa muy útil del cursillo fue que, como todas practicábamos
a la vez, el médico nos controla de una en una y si cometíamos algún fallo nos
corregía en voz alta explicándonos qué estábamos haciendo mal y cómo podíamos
hacerlo bien, para que aprendiéramos todas. Cuando estuve en quirófano y mi
ginecólogo me dijo que empujara, recordé el cursillo y supe qué hacer.
-La aguja de hacer calceta: Que es como llamo yo al artilugio con el que te
rompen la bolsa amniótica si no se rompe ella solita. Se trata de un palo de
plástico intimidantemente largo, delgado y puntiagudo, que en el extremo tiene
una especie de gancho. En el cursillo, el médico nos pasó varios para que los
papás y las mamás pudiésemos mirarlos y tocarlos, nos explicó cómo funcionaban
y nos aseguró que no producían ningún dolor, porque la bolsa amniótica no tiene
terminaciones nerviosas.
Esto, que no pasaría de simple anécdota, se convirtió en una suerte cuando a mí
me bajaron a la sala de dilatación y en vista de que no rompía aguas me las
rompió la matrona. Esta señora, que como ya comenté en otro post no era muy simpática
ni comunicativa que digamos, agarró la aguja de hacer calceta y sin mirarme a
los ojos ni decir ni una palabra aparte de "te voy a romper las
aguas", me la metió por donde todo el mundo puede suponer. Y, francamente,
si no llego a ir al cursillo y me veo a la tía acerándoseme con esa cosa larga
y ganchuda, me desmayo allí mismo.
-El baby-blues: Después de volver a casa con mi hija, me pasó una cosa muy
rara: me dio un bajón impresionante, lloraba por tonterías y me agobiaba
muchísimo; sentía que no iba a poder con todo lo que se me venía encima. Me
hubiera preocupado mucho más, e incluso hubiera llegado a creer que tenía una
depresión post parto, de no ser por lo que me explicaron en el cursillo: que el
baby-blues no es ninguna depresión; sencillamente, se trata de un desbarajuste
hormonal importante que sufre el cuerpo durante los días posteriores al parto y
que influye mucho en el estado de ánimo, provocando tristeza, estrés y
angustia. No es grave, no refleja ningún problema real, y no es duradero (se
pasa solo en 7-15 días). Saber lo que me estaba sucediendo no lo hizo más
llevadero, pero por lo menos me tranquilizó al saber que existía una luz al
final del túnel. Y sí, en cosas de diez días se me pasó solo y me quedé más
contenta que unas Pascuas.
Pues esto es todo. Si vais a ser mamás, recordad:
-Buscad un cursillo que encaje con vosotras y vuestro proyecto de
maternidad.
-Aseguraos de que no se esperan a la última clase para enseñaros a respirar
y a empujar, no sea que el bebé llegue antes de lo acostumbrado y esas
lecciones tan importantes se os queden en el tintero.
-Preguntad al ginecólogo, la matrona y/o la psicóloga que os den el cursillo
absolutamente todas las dudas que tengáis, sin vergüenza alguna; pensad que a
la hora de la verdad, cuando os pongáis de parto y vayáis al hospital, los
profesionales médicos que estén a vuestro alrededor pueden andar muy ocupados o
ser unos bordes, y no responder a vuestras preguntas.
¡Suerte a todas! :-)